miércoles, 20 de abril de 2011

Papas asesinos...

LOS SILENCIOS DEL VATICANO

GONZALO H. VALLEJO ARCILA

10 años han transcurrido desde que el director de cine greco-francés  Costa Gavras (“Z”, “Estado de sitio”, “Desaparecido”), destapó la caja de pandora al reivindicar en su película “Amén”, la obra del dramaturgo alemán Rolf Hochhuth (“El vicario”, 1963), singular obra del teatro europeo de la postguerra. Allí se representa con mucha intensidad el trágico y aterrador silencio del papa Pío XII ante el genocidio de que fue víctima el pueblo judío bajo los regímenes nazi y fascista en la década de 1940.
En los albores del siglo XXI el Vaticano ha entreabierto sus milenarias y chirriantes puertas y la tenue luz filtrada comienza a develar sus oscuros secretos. Se rompe así, con el secular silencio que rodea muchas de sus legendarias actuaciones. Se vuelven vox populi, relatos siniestros tales como el envenenamiento de Juan VIII (año 882) rematado a golpes y el de Formoso a quien su sucesor Esteban VII, 10 años después, luego de exhumar su cuerpo, mutilarlo y excomulgarlo “con efectos retroactivos”, lo arrastró por las calles de Roma antes de arrojarlo al Tiber.
El asesinato de Bonifacio VII (año 974) quien mandó a estrangular a su predecesor Benedetto VI y después a Juan XIV. La muerte con arsénico infligida a Alejandro VI (el lujurioso y maquiavélico papa Borgia) en 1503. La muerte de Pío XI en 1939 (Nino lo Bello, “Los documentos del Vaticano”, 1969) a manos de su médico Francesco Petacci, por orden de su yerno Benito Mussolini, en las vísperas de un sínodo de obispos donde el papa denunciaría los excesos del Duce y el Fascismo.
Las denuncias sobre los macabros nexos entre la Santa Sede, el Banco Ambrosiano, la masonería y el hampa italiana, anticiparon la extraña muerte de Juan Pablo I, el papa de las 3 semanas, envenenado en 1978 por el arzobispo Paul Marcinkus, antiguo jefe de la banca vaticana, según un guardia suizo, testigo en los relatos de un biógrafo inglés (David Yallop,“En el nombre de Dios”, 1984) y un cura español (Jesús López Sáez, “Las cloacas del vaticano”, 2010).  
Las páginas de “L'Osservatore Romano” y las prédicas contritas de Juan Pablo II y Benedicto XVI no han sido suficientes para exculpar los crímenes del Tribunal del Santo Oficio, las hogueras inquisitoriales y las proscripciones del Index; el silencio cómplice frente a la aparición del “Manual del cura pedófilo”; los seculares y escandalosos delitos sexuales que curiosamente no han sido considerados de lesa humanidad (la Legión de Cristo en México y los 1700 curas pederastas del Brasil, entre otros)…
La persecución a la teología de la liberación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe; las logias, sectas y mafias cardenalicias; el silencio ominoso frente a la histórica y justa causa palestina; el rechazo al uso del condón en África (7000 muertes diarias por sida); la condena al aborto terapéutico; el criminal amparo de dictadores latinoamericanos y gobiernos genocidas; la santa cruz puesta a los aviones que arrojaban al mar a los jóvenes disidentes argentinos y chilenos; la bendición de las armas fratricidas por los obispos castrenses…
Quedan muchas cosas por reconocer, aceptar y explicar antes de perdonar.       

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